Dado que se trata de una construcción social, y por lo tanto se encuentra en constante cambio, lo que hoy puede resultar “políticamente correcto” mañana bien puede ser “incorrecto” (y viceversa), por la esencia misma de estas nociones, más vinculadas a una idea de cantidad de adeptos que de calidad de postulados...
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En la Argentina esta última situación es la que se reproduce. Más que una cuestión de partidismo, es una cuestión de ideología: el estatismo ha hegemonizado la opinión pública a tal punto, que hemos inconscientemente aceptado la idea según la cual el Estado es una suerte de dios moderno facultado para dirigir a su antojo la vida de la gente; que sus burócratas son ángeles caídos del cielo dispuestos a hacernos la existencia más feliz; que el conocimiento que éstos tienen sobre los intereses de la gente es aún más profundo que el que esa misma gente tiene sobre sus propios intereses....
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El comienzo del fin de una hegemonía tiene lugar cuando se le pierde el temor; cuando se la desnaturaliza y se intenta ver qué le subyace realmente. Dejar de aceptar de forma acrítica lo políticamente correcto, implica comprender que la fuerza de sus postulados reside más en la cantidad de adictos y repetidores compulsivos, que en su razonabilidad y veracidad.
Autor: Agustin Laje
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